Paso a Paso a la Eternidad.

NO ESTAMOS SOLOS. Cuando las aflicciones llegan a nuestra vida, por lo general sentimos que no podemos contar con alguien que nos pueda ayudar. Alguien que nos pueda consolar y alentar para seguir adelante y no quedarnos derrumbados por las aflicciones. En esos momentos difíciles nos sentimos tan solos que nos olvidamos también de Aquel que nos puede ayudar a salir victoriosos de cualquier aflicción que nos pueda sobrevenir. De Aquel que tiene el poder para dar nuevas fuerzas al cansado y afligido para que vuele muy alto como las águilas. De aquel que nunca abandona a uno de sus hijos. Con toda esta certeza del cuidado y la protección de Dios, David cuando se sintió abatido por las aflicciones, con todo su corazón extendió el siguiente clamor al Señor: “Vuélvete a mí y ten misericordia de mí, porque estoy solo y profundamente angustiado. Mis problemas van de mal en peor, ¡oh, líbrame de todos ellos!” Salmos 25:16-17 NTV. Bajo nuestra perspectiva, cuando estamos en medio de las aflicciones, parecen ser que las aflicciones en vez de ir cediendo, cada día van empeorando. En esos momentos de debilidad, no debemos permitir que el dolor y la angustia nos impidan de ver que existe una luz de esperanza en Cristo Jesus. Por eso en vez de sentirnos derrotados, podemos acudir al Señor confiadamente en oración, buscando su pronto socorro al igual que hiso el salmista cuando se encontró en medio de las aflicciones debido a la férrea persecución de sus enemigos. Al igual que nosotros, el salmista se sintió solo, pero no se quedó derrumbado, buscó con todo su corazón el rostro del Señor, teniendo la certeza de que solo Él, le podía liberar de todos sus enemigos y devolverle la paz a su vida. Para las tormentas de nuestra vida, Dios es la única solución, Él tiene el poder para revertir la espiral de nuestras aflicciones. Él puede tomar nuestros problemas sin importar cuales fueren y convertirlos en gloriosas victorias. Para poder tener el favor del Señor solo hay un requisito necesario. Nosotros, al igual que el salmista, debemos clamar de todo corazón al Señor: pidiéndole que tenga misericordia de nosotros y aparte las aflicciones de nuestra vida. Fiel es nuestro Señor y acudirá a nuestro clamor, convertirá nuestro dolor y angustia en algo maravilloso. Por eso cuando estemos en medio de una tribulación, ya no debemos pensar que estamos solos, ya que siempre tendremos al Señor cerca de nosotros, esperando que le clamemos de todo corazón y con la certeza de que Él nos puede liberar de todas nuestras aflicciones.